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Para qué sirven las emociones

Las emociones forman parte inextricable de la vida. Los eventos que nos ocurren perderían buena parte de su fuerza si no se acompañasen de las emociones. Parece, además, que la emoción ejerce una gran influencia a la hora de determinar nuestro comportamiento en respuesta a estos eventos (Smith y Lazarus, 1990).

La palabra emoción viene del latín emovere que viene a decir movimiento hacia fuera. Por lo que podríamos considerar la emoción como una fuerza que nos empuja a realizar determinadas acciones.

Lo que sí sabemos es que la emoción sigue un proceso secuencial (Gross y Thompson, 2007): aparece un estímulo, evaluamos el estímulo y emitimos una respuesta.

¿No os encantan las listas? Simplifican mucho todo pero la realidad es que las emociones entrañan un procesamiento mucho más intrincado. Sobre todo, el paso intermedio, el de la evaluación.

Teoría de las emociones

Lazarus y Folkman (1984) idearon una teoría de la evaluación emocional, subdividiéndolo en dos procesos:

  • Evaluación primaria, en la que buscamos respuesta a la pregunta: ¿me afecta esta situación personalmente? Para responder a esta pregunta, consideramos el impacto potencial del evento sobre nuestras preocupaciones o metas vitales (relevancia motivacional). Seguidamente, evaluamos la medida en que el evento frena o facilita la consecución de nuestras metas (congruencia motivacional).
  • Evaluación secundaria que nos permite determinar qué grado de control puedo ejercer sobre el evento, es decir, si puedo cambiarlo o mejorarlo según mis intereses. Se ponderan 4 dimensiones:
    • Búsqueda de culpables: no es tan sencillo como encontrar un culpable sino que, además, valoramos las intenciones del mismo. Si consideramos que las acciones dañinas del “culpable” hacia nosotros fueron justas, no intencionadas o inevitables, no les cargaremos con el muerto de nuestra reacción emocional.
    • Potenciales estrategias de afrontamiento focalizadas en la emoción: la capacidad potencial de que reajustemos nuestra reacción emocional a un estado afectivo más adaptativo que no interfiera con nuestro bienestar de forma significativa.  
    • Potenciales estrategias de afrontamiento focalizadas en el problema: qué acciones puedo llevar a cabo para extinguir el foco del problema o paliar sus consecuencias.
    • Expectativas futuras: qué cambios pueden darse en nuestro estado psicológico para que este evento sea más facilitador para la consecución de mis metas

Vamos a ver todo el proceso anterior con un ejemplo de mi vida real.

Encargué a una amiga que me grabara el 16.1 del CrossFit Open y, después de 20 duros minutos, me enteré de que a mitad de camino apagó la cámara sin querer y no se atrevió a decírmelo ya hasta el final.

Evaluación primaria

Relevancia motivacional:  mi meta era completar mi primer CrossFit Open y subir puntuaciones al leaderboard. En aquel entonces estaba en un box en que no había jueces que validaran tu puntuación así que sólo tenía la opción de subir el vídeo a YouTube. Veredicto: sí afecta a mis metas.

Congruencia motivacional: que mi primer intento del 16.1 quedara en agua de borrajas por fallos técnicos me impedía subir esa puntuación al leaderboard.

Evaluación secundaria

Búsqueda de culpables: técnicamente la culpable era mi amiga pero no fue algo intencionado. Por eso me fue imposible enfadarme con ella. Mis emociones vinieron dadas por la situación y no directamente por mi amiga.

Potenciales estrategias focalizadas en el problema: el vídeo debía filmarse en su totalidad y sino no valía así que no había forma de solucionarlo más que repetirlo.

Potenciales estrategias focalizadas en la emoción: sí, es fastidioso tener que repetir 20 minutos de zancadas, burpees y pull-ups pero tengo tiempo para hacerlo.

Expectativas futuras: en el segundo intento puedo probar a reducir el tiempo de transición, dividir los pull-ups… quizá mejore la puntuación (no fue el caso).

Todo esto sin duda me ayudó a gestionar la situación de manera que no dañase mi relación de amistad ni arruinase el resto del Open. Podría haber montado el pollo del siglo, llevándome a discutir y a llamar de todo a mi amiga o podría haber culpado a esa situación en particular de mis malos resultados en el 16.1. Pero no lo hice. De ahí la importancia de una regulación emocional adecuada.

Aplicación al deporte

emociones
Annie Thorisdottir es conocida por ser la “sonrisa” del CrossFit. Fuente: CrossFit Games.

¿Esto ocurre en el mundo real? Os lo estaréis preguntando y es una duda bien fundamentada, está claro. Cada autor diseña su teoría estudiando muy a fondo la literatura sobre el tema y lo exhibe con particular orgullo. ¿Qué ocurre? Que seguimos estudiando algo sumamente intangible como es el comportamiento humano.

He escogido este modelo porque me gusta para ejercitar la regulación emocional. Aunque no lo lleves a cabo en su totalidad (exige un procesamiento bastante consciente) nos permite reflexionar acerca del impacto de ciertos eventos en nuestra vida y regular nuestra conducta en consecuencia. El deporte nos dará éxitos y fracasos por lo que debemos aprender a gestionar nuestra respuesta emocional.

Y no, no se trata de suprimir tus emociones. Habrá veces en las que estés legitimad@ para sentir ira, miedo, tristeza,… la inteligencia emocional consiste en usar el afecto de forma consciente y adaptativa. Si vas a enfadarte, romper con todo y huir de la vida haciendo la croqueta, malamente. Si la tristeza que sientes es por algo que ni tiene culpables, ni tiene su solución en tus manos, re-escribe tu forma de verlo.

El fracaso de Froning en los Games de 2010 le sirvió para encontrar una motivación mucho más potente. El éxito de Tia-Clair Toomey en 2017 le dio motivos para confiar n su habilidad como atleta. Tu estado afectivo te da información muy valiosa; sírvete de tus emociones para aprender sobre ti mismo como deportista y como persona. No olvides que es el maravilloso producto de miles de años de evolución. Es un regalo biológico y como tal debe usarse.


Gross, J. J., & Thompson, R. A. (2007). Emotion regulation: Conceptual foundations.
Lazarus, R. S., & Folkman, S. (1984). Stress, appraisal, and coping. New York: Springer
Smith, C. A., & Lazarus, R. S. (1990). Emotion and adaptation. Handbook of personality: Theory and research, 609-637. 

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