thinking errors
¿Cómo influye el pensamiento en el rendimiento deportivo?

En este blog hemos hablado largo y tendido acerca de las emociones y la influencia que ejercen sobre el rendimiento deportivo. No obstante, me veo obligada a dar un paso atrás en ese proceso para ver qué papel desempeña el pensamiento. Así pues, hablaremos de las tendencias y errores de pensamiento y de cómo podemos solucionarlos.

Todo empieza con la percepción

Dos personas no verán una situación de un mismo modo (¡sorpresa!). Aunque resulta evidente, solemos obviarlo en nuestra interacción con el entorno. ¿Por qué? Ah, porque nuestro cerebro es sabio – aunque a veces demasiado – y, a fin de ahorrar en tiempo y recursos, organiza el pensamiento formando tendencias.

Cuando percibo una situación, uso mi lenguaje para emitir una valoración; esa valoración incluye un componente emocional y una explicación causal. Tras exposiciones repetidas a situaciones vitales, surgen estas tendencias de pensamiento para agilizarnos el trámite, pero tienen su porcentaje de error. Cada situación tiene sus singularidades y difícilmente podremos depender de una tendencia de pensamiento general para adaptarnos a todas.

Aquí es donde entran en juego los llamados “errores de pensamiento” (Ellis, 1973) y es que la explicación que doy a un evento y el lenguaje que uso para expresar las emociones que me provoca puede dar lugar a consecuencias poco adaptativas: alteraciones emocionales, conflictos interpersonales, estrategias de afrontamiento pasivas y de evitación y, en el ámbito deportivo, un bajón de rendimiento.

¿Cuáles son los errores de pensamiento más comunes?

1. Atender solo a una parte de la situación

Veámoslo en un ejemplo:

Te apuntas a la clase de las 18:00 para poder ir con un amigo que hacía mucho que no podíais coincidir. El WOD es Nancy – 5 rondas de 400 m run y 15 sentadillas overhead – y aunque te gusta correr, no tienes demasiada confianza en tu posicionamiento overhead. Cuando pones el peso a la barra, consigues hacer 5 repeticiones rompiendo el paralelo (algo que no habías conseguido aún). Empieza el WOD y en los 400 m iniciales encuentras un buen ritmo de carrera que logras mantener todo el entreno. La fatiga hace que tengas que hacer las 15 sentadillas en 3 series. Tu ritmo de carrera permite que no quedes muy por detrás pese a romper más que el resto las repeticiones en la sentadilla. En la última ronda llegas entre los primeros a la barra pero tienes que romper hasta 5 veces. La última repetición la fallas dos veces y después de un descanso más largo, consigues acabar.

Como vemos, la clase ha tenido luces y sombras pero si estamos ante una persona que tiene tendencia a atender a lo negativo, te dirá que ha hecho el ridículo en el WOD, que ha hecho las peores sentadillas de toda la clase y que encima ha fallado la última repetición dos veces. ¿Cómo se sentirá? Ni satisfecho con su rendimiento ni contento por la clase. Sin embargo, también ha podido entrenar con un buen amigo suyo después de mucho tiempo, su trabajo de movilidad empieza a dar resultados y su ritmo de carrera ha demostrado ser de los más sólidos.

Pero, ojo, estos errores de pensamiento también considera el exceso de positivismo. La emoción provocada por algo negativo me va a indicar que existe un problema; si no atiendo a esos aspectos, no pongo en marcha recursos para solucionarlo. Es decir, no voy a poderme adaptar a mis circunstancias.

¿Qué hacer?

Un adecuado equilibrio emocional implica necesariamente “tratar de valorar lo bueno y lo malo con el mismo peso” (Huete, 1997). Lo positivo permitirá reforzar mi autoestima y mi percepción de autoeficacia mientras que lo negativo me ayudará a identificar problemas y hallar soluciones adecuadas para afrontarlos mejor.

Una vez te encuentres a ti mismo observando sólo una parte de tu realidad, proponte ser objetivo. Fíjate en todo lo que ha pasado y ponlo todo en una balanza. Si algo exige soluciones, destina recursos a buscarlas; y si algo ha salido bien, atiende a eso también y celebra esa victoria.

2. Magnificación y minimización

En este caso, estamos identificando correctamente los aspectos positivos y negativos de una situación pero el valor que concedemos a cada uno es muy dispar. Lo positivo recibe una valoración mínima mientras que lo negativo se “amplifica”. De modo que la emoción final viene motivada principalmente por esa valoración negativa.

Este error de pensamiento es más común en personas perfeccionistas que al conceder mayor relevancia a los errores y apenas rendir cuentas de los aciertos, se hallan en estados de insatisfacción generalizados (Huete, 1997). En el peor de los casos esto puede llevar a abandonar tareas por no llegar al estándar de perfección.

¿Qué hacer?

Debemos hacer como en el caso anterior y considerar aspectos positivos y negativos concediendo a ambas el mismo valor. También sería interesante re-evaluar la naturaleza de ese estándar de perfección. Si ese afán de perfeccionismo me lleva a implementar soluciones eficaces, será funcional; mientras que si me lleva al abandono de mi práctica deportiva, debería reconsiderar la importancia que decido concederle.

3. Tendencia a la exageración

Culturalmente es frecuente que usemos adjetivos para describir el impacto emocional de una situación. Así ocurre que los burpees son “horribles”, Murph es “insufrible” y aprender a hacer double-unders es “terrible”. Esto pasa a ser otro de los errores de pensamientos cuando se convierte en tendencia y provocamos en nuestro organismo un malestar emocional amplificado de forma innecesaria.

La frustración aprendiendo double-unders es elevada no tanto porque requiere de unos patrones de movimiento muy coordinados sino que los fallos te penalizan. Literalmente. Los latigazos cada vez que fallas un double-under añaden ese malestar físico que nos lleva muchas veces a maldecir ese movimiento.

Si esto se mantiene a largo plazo, sólo leer “double-unders” en el WOD me producirá una emoción negativa. Si es lo suficientemente intensa, escalaré eternamente a single-unders o directamente me borraré del WOD. No parece demasiado adaptativo, ¿no?

¿Qué hacer?

Lo apropiado sería concederle a las situaciones un adjetivo que valore adecuadamente su repercusión a nivel afectivo. Sobre todo con situaciones-problema que se repiten con frecuencia y que pueden generarnos un malestar más significativo (como el abandonar la práctica de double-unders).

Haced la prueba vosotros mismos. Si falláis un double-under varias veces en medio de un WOD y en vuestra cabeza suena la retahíla (“esto es una mierda”, “vaya porquería”), nuestro organismo responderá con una elevación de la tasa cardíaca porque detecta un problema. Esto no casa bien con esfuerzos de coordinación y los saltos dobles irán peor aún.

Sin embargo, si soy capaz de entender esos fallos como meros “inconvenientes”, sin añadirle la carga emocional que dan las palabrotas, mi organismo lo considerará un problema y lo afrontará de una forma más controlada. No se trata de autoengañarnos y pensar que la vida es maravillosa tras 20 latigazos, sino de impedir que la emoción sea tan intensa como para contaminar mi afrontamiento de la situación.

4. Sobregeneralizar

Esto se observa fácilmente en el uso desmedido de palabras como “nunca”, “siempre”, “imposible”, “incapaz”… y, en última instancia, lo que impide es una correcta identificación de la situación-problema. Si considero que no puedo aprender double-unders porque soy incapaz o porque es imposible, enfrentarme a esa situación implicará un “coste emocional exagerado” y, por ende, mis esfuerzos se verán disminuidos (Huete, 1997).

El mensaje que pretende darme esa reacción emocional es que, por mucho que intente alcanzar el objetivo, no podré conseguirlo y, de nuevo, estamos ante una respuesta desadaptativa. Efectivamente, no aprenderé a hacer double-unders y se genera un hueco en mi fitness; hueco que viene de un error de pensamiento que tiene solución.

¿Qué hacer?

Los double-unders, igual que otras habilidades físicas, llevan tiempo y práctica. No son imposibles de alcanzar. Uno no nace con esa capacidad innata sino que dedica tiempo a desarrollar esa habilidad. Discrimina cuáles son los motivos por los que no estás logrando el objetivo.

Cambia el dominio temporal de tu valoración. No es que nunca consigas hacer double-unders; es que por ahora no puedes hacer double-unders. Siéntate con tu coach y que te ayude a identificar tus fallos, que te proponga progresiones para corregirlo y ponte a ello. El que ocurra antes o después, es mera cuestión de tiempo y esfuerzo.

5. Deberías

errores de pensamiento
Tim Paulson en el evento “Two Stroke Pull” en los 2018 CrossFit Games. Source: Tim Paulson

En esta vida todos nos enfrentamos a una serie de “obligaciones” profesionales, sociales y personales. El problema llega cuando, al enfrentarnos a esas actividades, nuestros pensamientos reflejen emociones negativas, como si no disfrutásemos de hacer estas cosas y fuera algo inevitable.

“Tengo que entrenar mis pullups”. “Debería ir al WOD de primera hora de la mañana”. “Tendría que mejorar mi alimentación para rendir bien”. Estas ideas conllevan una obligatoriedad; si no las hago, implica alguna consecuencia negativa (no conseguiré mi primera dominada estricta, no podré entrenar por no tener más tiempo, peor rendimiento, etc.).

¿Qué hacer?

En una entrevista que tuve con Tim Paulson, éste ilustró una maravillosa manera de corregir errores de pensamiento. Hablaba del trabajo de rope climbs sin piernas. Hacerlo 3 veces a la semana puede convertirse en un tedio, considerando que no se le da bien y puede producir grandes dosis de frustración.

No obstante, cuando piensa en por qué lo está haciendo, se da cuenta de que es porque en 2019 fue cortado de los Games porque los rope climbs sin piernas no se le daban bien. Eso le generó un estado emocional tan negativo que ha decidido no volver a sentirse así. Por eso trabaja la cuerda 3 días a la semana y, por eso, ya no lo ve como “trabajo” sino como algo que le dará ventajas como atleta.

Analiza en profundidad el porqué de cada uno de tus “debos y tengos” y descubre cuáles son las ventajas e inconvenientes de seguir adelante con ellos o no. En caso de que te reporten grandes beneficios, cambiará tu forma de verlo; y si realmente no te aportan nada, ¡cámbialos por otros!

6. Pensamientos anticipatorios (emociones sin situaciones)

Este puede verse sobre todo en el contexto de una competición deportiva. Se generan infinidad de expectativas. Esto cumple una función muy necesaria pero en el caso de las anticipaciones negativas podemos encontrarnos ante dos tipos:

  • Los temibles “y si…” , que se formulan como probabilidades
  • Los “seguro que…”, que tomamos como verdades absolutas

Peor aún es que estas anticipaciones negativas formen una cadena y éstas culminen en una conclusión catastrofista (Ellis, 1973). Por ejemplo: ¿y si fallo mi primer snatch? Seguro que los demás levantan más que yo. ¿Y si no consigo un solo levantamiento? No voy a poder terminar la competición. Seguro que me echan antes de tiempo y habré venido para nada.

Si, efectivamente, por no haber subido una puntuación al evento del snatch te echan de la competición, dirás “si es que lo sabía” y se dará la famosa profecía auto-cumplida. Muchas veces, esas situaciones vienen provocada por esa inadecuada gestión emocional. Por ello, es importante controlar nuestro pensamiento.

¿Qué hacer?

No censurar las expectativas del todo porque son muy útiles para prever posibles contratiempos y preparar acciones para prevenir su aparición o solucionarlo una vez se dé. Identifiquemos esos problemas y respondamos a dos preguntas (siguiendo el ejemplo previo):

  • ¿Existe alguna posibilidad de que consiga completar los 3 levantamientos de snatch? Pues teniendo en cuenta el trabajo que seguramente le hayas dedicado a los levantamientos olímpicos y a planificar tu estrategia, sí que existe la posibilidad.
  • Si hay posibilidades de que no consiga un solo snatch y me echen de la competición, ¿qué puedo hacer para evitarlo o solucionarlo? Puedo empezar con un peso conservador para garantizar una puntuación y así evitar que me echen.

PRACTICAR A DIARIO

Pillarte a ti mismo cometiendo errores de pensamiento cuando no toca es como aprender a hacer double-unders, ¡lleva tiempo! Cada uno tiene las suyas y están tan automatizadas que requiere mucho esfuerzo sacarlas de su cueva. Una vez las detectes, ármate con tus argumentos alternativos e intenta buscar soluciones eficaces.


“El estado de ánimo depende de las situaciones que lo desencadenan pero fundamentalmente de las percepciones que tenemos sobre ellas.”

Extracto del libro “Aprender a pensar bien” (Huete, 1997)




















- Ellis, A. (1973). Rational-emotive therapy (pp. 32-44). Big Sur Recordings. 
- Huete, E. G., (1997). Aprender a pensar bien, España, Madrid: Aguilar.
pain tolerance
¿Puede el CrossFit mejorar nuestra tolerancia al dolor?

La tolerancia al dolor no es más que nuestra habilidad para sufrir. Sin embargo, como constructo, entraña un componente tanto físico como psicológico. Suele decirse que la habilidad para tolerar el dolor tiene que ver con la fortaleza mental. De modo que la tolerancia al dolor incluye ese “aspecto afectivo-motivacional del dolor” (Geva y Defrin, 2013).

El objetivo de este artículo es profundizar en el concepto: ¿de dónde viene? ¿Puede mejorarse? ¿Es cierto que la mente se rinde antes que el cuerpo?

Conceptualizando la tolerancia al dolor

Cuando sentimos dolor, nuestro cerebro recibe información sensorial que determina el nivel de dolor; pero la cosa no acaba ahí. Se destinarán recursos atencionales, procesos de evaluación y estrategias de afrontamiento para modular la experiencia; por ello, se considera un “fenómeno psicobiológico complejo” (Bandura et. al, 1987).

En el mundo físico, así es como funciona: cuando hacemos ejercicio, sometemos al organismo a estrés, por lo que la capacidad para seguir rindiendo determinará nuestra habilidad para adaptarnos al estresor, permitiendo mecanismos de compensación. Pero, ¿qué pasa cuando el dolor se intensifica y queremos parar?

Ahí es cuando se pone interesante la cosa porque la apreciación del dolor es un proceso subjetivo en tanto que percibimos y juzgamos el dolor según nuestras diferencias individuales. Nuestro umbral de dolor varía de unos a otros, pero al final nos pilla a todos; unos parecen huir de él mientras que otros corren a su encuentro.

¿Cómo podemos influenciar la habilidad de tolerar dolor?

Dados los componentes físicos y psicológicos que subyacen al constructo, son dos las corrientes de investigación que han buscando la respuesta: una considera los efectos del estrés físico en el cuerpo y su capacidad de adaptación; y el otro, estudia en la relación entre la tolerancia al dolor y otros mecanismos psicológicos.

En cuanto a lo físico, la literatura sugiere que experimentar dolor durante el ejercicio puede incrementar la capacidad de adaptación y rendimiento (en Geva y Defrin, 2013). Además, si consideramos los procesos de habituación, los atletas pueden adaptarse al ejercicio físico intenso si hay una exposición prolongada y repetida.

Tu mente se rendirá mil veces antes de que lo haga tu cuerpo

Los atributos psicológicos pueden empujar ese umbral un poco más lejos. Muchos autores han intentado explicar la relación entre algunas variables psicológicas y la tolerancia al dolor. Bandura et. al (1987) encontró que la percepción de autoeficacia estaba directamente relacionada con la tolerancia al dolor y que, además, podía ser entrenada usando estrategias de control cognitivo.

James y Hardardottir (2002) estudiaron los efectos mediadores del foco atencional y la ansiedad-rasgo en la tolerancia al dolor. Encontraron que individuos con baja ansiedad-rasgo mostraban mejor tolerancia al dolor que individuos con una elevada ansiedad-rasgo. Lo achacaron a que “la ansiedad-rasgo incrementaba la focalización en posibles amenazas del entorno”, por lo tanto se fijaban más en el dolor.

Más recientemente, Geva y Defrin (2013) encontraron evaluaciones más bajas del dolor y una mayor tolerancia al dolor en triatletas y atletas de Ironman. Pero además incluyeron una variable interesante: el miedo al dolor, que demostró ser menor en este tipo de atletas.

¿Qué vino antes: la gallina o el huevo?

tolerancia al dolor
Jason Khalipa al final del Burden Run de los 2013 CrossFit Games. Fuente: CrossFit

Geva y Defrin plantearon una pregunta relevante (2013) en su estudio de la tolerancia al dolor en triatletas: ¿persisten en ese deporte por sus cualidades innatas o es su constante exposición a esfuerzos físicos y emocionales extremos lo que mejora esas cualidades con el tiempo?

Y es una pregunta necesaria porque cuando pienso en el CrossFit podría parecer que los que nos enganchamos, ya veníamos con una tolerancia al dolor elevada de serie; es como si el CrossFit nos escogiera a nosotros. Y encima, como nos exponemos a eventos dolorosos (nuestro querido WOD), hallamos un nuevo límite cada día.

Además, esa habilidad para resistir el sufrimiento parece trascender las paredes del gimnasio e influir también sobre nuestra percepción de eficacia de afrontamiento en general. Es como si, sobrevivir diariamente a entrenos de CrossFit te proporcionara los recursos necesarios para superar cualquier situación.

En cualquier caso y a modo de resumen, la tolerancia al dolor se relaciona con:

  • una ansiedad-rasgo baja
  • un control atencional mejorado
  • una elevada percepción de autoeficacia
  • menos tolerancia al dolor

Sin embargo, puede mejorar con el uso de estrategias de control cognitivo y una exposición prolongada y repetida a ejercicio físico intenso (¿os suena el CrossFit?); así que, no huyas del dolor, corre hacia él.











- Bandura, A., O'Leary, A., Taylor, C. B., Gauthier, J., & Gossard, D. (1987). Perceived self-efficacy and pain control: opioid and nonopioid mechanisms. Journal of personality and social psychology53(3), 563.
- Geva, N., & Defrin, R. (2013). Enhanced pain modulation among triathletes: a possible explanation for their exceptional capabilities. PAIN®154(11), 2317-2323.
- James, J. E., & Hardardottir, D. (2002). Influence of attention focus and trait anxiety on tolerance of acute pain. British journal of health psychology7(2), 149-162.
- O’Leary, T. J., Collett, J., Howells, K., & Morris, M. G. (2017). High but not moderate-intensity endurance training increases pain tolerance: a randomised trial. European journal of applied physiology117(11), 2201-2210.
miedo en el deporte
Cómo trabajar el miedo en el deporte

En el deporte se dan numerosas situaciones que pueden producir miedo y ésta puede ser elicitada por una gran diversidad de factores (personales, sociales, etc.). Por ello, nos encontramos ante una gran variabilidad – como ocurre con todo lo que se mueve en el plano psicológico – y eso dificulta su gestión.

Este miedo puede obstaculizar el aprendizaje de un atleta, su rendimiento competitivo, su readaptación tras una lesión,… y, es por ello, que debemos descubrir el modo más eficaz de moderar esta respuesta afectiva. Para ello, vamos a volver a poner el foco en técnicas conductuales: en este caso, la desensibilización sistemática y la exposición prolongada.

¿Puedo manejar el miedo en el deporte?

La respuesta es sí, y la metodología suele incluir técnicas cognitivo-conductuales. Dichas técnicas se fueron introduciendo al ámbito del deporte para ayudar a los atletas a alcanzar un estado mental óptimo. Más específicamente, se emplean técnicas de gestión de la ansiedad para trabajar el miedo en el deporte.

Y es aquí donde uno encuentra la utilidad de técnicas conductuales como la desensibilización sistemática de Wolpe y la exposición. La principal diferencia entre ambas es que en la DS el individuo se va exponiendo a sus miedos progresivamente a través de la imaginación; la exposición, por otra parte, se realiza en vivo.

Ambas técnicas buscan la extinción de la respuesta de miedo (que es la desaparición de una respuesta a un estímulo tras exposiciones prolongadas y/o repetidas), impidiendo conductas de escape y evitación.

¿Cómo se aplican estas técnicas?

Resumir estas técnicas conductuales en tres párrafos puede hacer pensar que su aplicación en un contexto real es pan comido… y nada más lejos de la realidad. De hecho, en casos muy extremos donde la ansiedad experimentada por el atleta le provoque un malestar significativo, lo más recomendable es derivar a un terapeuta especializado en psicología clínica.

Por eso – y para evitar desdibujar la línea que separa a un entrenador de un psicólogo – voy a detallar dos generalidades de ambas técnicas para su uso en situaciones específicas que puedan darse con nuestros atletas.

  • Jerarquizar situaciones temidas

La mejor forma de entender esto es con un ejemplo y, para ello, vamos a basarnos en una experiencia real: ¡la de mi madre! Ella, como otras muchas mujeres, tiene miedo a saltar al cajón. Tiene la capacidad física para hacerlo pero justo cuando debe dar el salto se frena y huye despavorida.

Tras varios intentos fallidos resultó obvio que no iba a pasar, así que me pregunté si habría alguna otra cosa que sí estuviera dispuesta a saltar. Quizá 40 centímetros eran muchos, pero a lo mejor un disco de 5 kg le resultaba más asequible. A partir de ahí empezamos a sumar altura de disco en disco hasta que volvimos a encontrarnos con esa secuencia de miedo-evitación.

Entonces cambiamos el foco y me pregunté si se veía capaz de subir al cajón con un “step-up” o si podría hacer un salto alternando pies (en lugar de saltar con los pies juntos). El salto no iba a ocurrir, pero el “step-up” sí que fue posible (teniéndome a mí como salvavidas al lado del cajón, aunque no fui necesaria).

Empezó a dedicarle los últimos minutos de cada sesión en el box a practicar el salto (exposiciones repetidas) hasta que un día me sorprendió saltando al cajón. Lo hizo alternando los pies pero ése fue un paso muy grande que, además de suponer un avance en su capacidad física, también tuvo una consecuencia muy positiva para su autoconfianza.

  • Impedir el escape o la evitación del atleta

Sobre el papel, la teoría funciona de maravilla. Sin embargo, existe un contratiempo: ¿a quién le gusta exponerse deliberadamente a algo que teme? Como humanos, nuestra conducta se rige por dos principios básicos: aproxímate al placer y evita el daño. Por tanto, tendemos a evitar situaciones aversivas. Y es precisamente lo que tenemos que impedir.

Veamos cómo se forma esta contingencia con otro caso hipotético. Tenemos a un futbolista que se rompió el ligamento cruzado anterior haciendo un cambio de dirección y lleva parado 8 meses. Cuando recibe el alta deportiva y vuelve para su programa de readaptación, muestra miedo a los ejercicios que implican cambios de dirección y los evita.

Cuando al futbolista se le plantea un ejercicio de dribbling con el balón (ver figura 1), éste empieza a experimentar síntomas de ansiedad porque su lesión se produjo en un cambio de dirección y teme sufrir una recaída. La ansiedad alcanza tal intensidad que el futbolista no es capaz de hacerlo y pasa a otro ejercicio. Escapar de la situación hace que su ansiedad desaparezca, lo que actúa como refuerzo negativo (para ver más sobre este concepto, mira este artículo).

miedo en el deporte
Figura 1: ejemplo de una situación de escape a estímulo aversivo por miedo a recaída

Queremos romper esa contingencia y que la ansiedad no obstaculice la realización del ejercicio.

Nuestro trabajo será impedir que el futbolista huya de la situación y aprenda que el cambio de dirección ya no predice un peligro inminente (lesionarse).

En resumen…

El miedo en el deporte será una constante y debemos encontrar el mejor modo de gestionar esa respuesta en el deportista. En este artículo os planteo la posibilidad de basarnos en los principios de la modificación de conducta para este propósito y aquí os resumo sus claves.

  1. Listar las situaciones temidas según mayor o menor aproximación a la situación original. Esto nos permite trabajar en aquellos casos en los que la intensidad de la respuesta de ansiedad sea demasiado elevada.
  2. Impedir conductas de escape o evitación para romper la contingencia. Deben re-aprender que el estímulo temido no representa un peligro.
  3. Exposiciones prolongadas y repetidas para asegurarnos de que se produce la extinción del miedo.




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- Chirivella, Enrique Cantón. "La Psicología del Deporte como profesión especializada." Papeles del Psicólogo 31.3 (2010): 237-245.
- Ezquerro, M. (2008). Intervención psicológica en el deporte: revisión crítica y nuevas perspectivas. In V Congreso de la Asociación Española de Ciencias del Deporte. León. 
- Foa, E. B. (2011). Prolonged exposure therapy: past, present, and future. Depression and anxiety.
- Mowrer, O. (1947). On the dual nature of learning—a re-interpretation of" conditioning" and" problem-solving.". Harvard educational review.
- Wolpe, J. (1968) Psychotherapy by reciprocal inhibition. Conditional Reflex 3, 234–240