Optimismo y pesimismo en el deporte
«[miedo a no estar lo suficientemente capacitado] Cuando tengo ese miedo estoy dispuesto a ir a un lugar mucho más oscuro para compensarlo.»
Mat Fraser – entrevista con Nutriforce
¿Eres de los que ve el vaso medio lleno o medio vacío? Es un cliché y es igual de odioso para optimistas y pesimistas pero no podemos negar que tenemos tendencia a tirar en una de las dos direcciones. La creencia popular es que el optimismo es el superhéroe y el pesimismo el villano pero, ¿es el malo, tan malo en realidad?
Primero: las presentaciones de rigor. El optimismo y el pesimismo son tendencias estables y generalizadas a considerar los sucesos que nos pueden ocurrir como positivos o negativos – respectivamente – (Carver y Scheier, 1985). Estos dos autores le confieren la categoría de «rasgo de personalidad» por lo que cada uno venimos con una u otra etiqueta de fábrica.
La explicación causal que solemos dar a los eventos que nos ocurren construye una pauta. En ella, se abordan tres dimensiones principales: permanencia, amplitud y personalización (Abramson et. al, 1974). Clasificamos las causas según su temporalidad como permanentes o circunstanciales (permanencia); como universales o específicas según su alcance (amplitud); y como internas o externas (personalización). Existen muchas combinaciones pero el estilo explicativo es relativamente estable.
Tenemos, pues, al que se pone 5 kg en la barra pese a haber fallado en su anterior intento porque sabe que esta vez lo conseguirá – el optimista – y al que lleva meses haciendo pull-ups con bandas porque no se ve capaz de hilar kipping pull-ups sin asistencia – el pesimista -.
En caso de fracaso, el optimista tenderá a hacer una explicación circunstancial, específica y externa de la situación. El pesimista, por otro lado, consideraría el fracaso como permanente, universal e interno. El éxito, por su parte, es entendido como permanente, universal e interno para el optimista; y circunstancial, específico y externo para el pesimista.
Vamos, que el optimista internaliza el logro y externaliza el fracaso mientras que un pesimista actúa a la inversa.
¿Qué nos dice la ciencia sobre el optimismo y el pesimismo en el deporte?
En los últimos años, la Psicología Positiva se ha estudiado en el contexto académico y deportivo para conocer su relación con otras variables de salud física y mental. Se ha encontrado, por ejemplo, que «el estilo cognitivo es un potente predictor de ansiedad precompetitiva tanto en hombres como en mujeres» (Wilson, Raglin y Pritchard, 2002).
En lo referente al optimismo, numerosas investigaciones han cosechado resultados similares en el análisis de su relación con el rendimiento deportivo. Cuando atletas con puntuaciones más altas en optimismo reciben un feedback negativo, proceden a rendir incluso mejor en un segundo intento (Seligman, 1990; Martin-Krumm et. al, 2003 y Ortín et. al, 2011 en Ortín-Montero et. al, 2018).
La fortaleza mental, por otro lado, se ha asociado positivamente con puntuaciones en optimismo disposicional y con el empleo de estrategias de afrontamiento activas (visualización, control del pensamiento, análisis lógicos) y negativamente con el uso de estrategias de afrontamiento evitativas como el distanciamiento, distracción mental o resignación (Nicholls et al., 2008).
En cuanto al pesimismo, por su parte, debe distinguirse entre pesimismo defensivo y pesimismo depresivo. El pesimismo defensivo surge como estrategia para evitar la evaluación negativa que puedan hacer otros sobre el rendimiento propio y así proteger la valía personal.
El pesimismo depresivo es característico en aquellos individuos que «establecen expectativas extremadamente bajas en tareas susceptibles a recibir evaluación externa» (Martin et. al, 2003). Precisamente el hecho de mantener el listón tan bajo conlleva una serie de ventajas:
- más conciencia de las situaciones negativas que pueden afectar el rendimiento y una mejor preparación contra su aparición
- una mayor habilidad para persistir en la tarea pese al potencial fracaso
- el umbral de satisfacción personal con el rendimiento es más bajo y, por ende, más asequible
Cómo manejar estas variables en el CrossFit
Hemos visto que tanto el optimismo como el pesimismo disposicional tiene sus ventajas en el contexto deportivo. Ahora vamos a determinar cómo sacar el máximo beneficio a esos recursos según cada caso.
Adiós a la fobia al pesimismo
Contra todo pronóstico, la ciencia nos dice que el pesimismo no es ningún villano y que, incluso, puede augurar resultados positivos. Seguramente hayas oído a algún pesimista decir que prefiere pensar que todo va a salir mal para estar preparado mentalmente…pues funciona igual de bien que pensar que la vida te va a sonreír eternamente.
Eso sí, evitando los extremos porque pecar de optimismo puede llevarnos a embarcar en empresas imposibles y un pesimismo radical nos puede privar de alcanzar nuestro auténtico potencial.
Retos a la altura de las expectativas de cada uno
La tendencia atribucional que exhiben tanto optimistas como pesimistas «puede influenciar su confianza y persistencia en la búsqueda de un objetivo o desafío» (Ortín-Montero et. al, 2018). En este sentido, los optimistas buscan activamente retos en el box mientras que los pesimistas se conformarán con avances más pequeños pero más constantes.
Cada uno sabe cuál es su estilo cognitivo así que sigue tu instinto. Si te gusta un buen desafío, ¡ve a por ello! Si prefieres ir a lo seguro por lo que pueda pasar, ¡adelante! Tanto uno como otro encontraréis el estímulo que buscáis en vuestros respectivos entrenos.
Cuidado con las culpas…
Una vez termina el WOD, empezamos a señalar con el dedo. El éxito o fracaso, propio y ajeno, genera un sindiós de atribuciones; ¡ojo con esto! En la medida de lo posible hay que ser realista. A veces nos saldrán 60 saltos dobles de comba seguidos y no sabremos ni por qué. Otras veces no podremos enlazar más de dos saltos dobles… y tampoco sabremos por qué. No, no es la comba. Ni es el viento. De nada sirve externalizar la culpa así que concéntrate en lo que puedes controlar.
Gordon, R. A. (2008). Attributional style and athletic performance: Strategic optimism and defensive pessimism. Psychology of sport and exercise, 9(3), 336-350. Martin, A. J., Marsh, H. W., Williamson, A., & Debus, R. L. (2003). Self-handicapping, defensive pessimism, and goal orientation: A qualitative study of university students. Journal of Educational Psychology, 95(3), 617. Nicholls, A. R., Polman, R. C., Levy, A. R., & Backhouse, S. H. (2008). Mental toughness, optimism, pessimism, and coping among athletes. Personality and individual differences, 44(5), 1182-1192. Ortin-Montero, F. J., Martínez-Rodríguez, A., Reche-García, C., de los Fayos, E. J. G., & González-Hernández, J. (2018). Relationship between optimism and athletic performance. Systematic review. Anales de psicología, 34(1), 153-161. Wilson, G. S., Raglin, J. S., & Pritchard, M. E. (2002). Optimism, pessimism, and precompetition anxiety in college athletes. Personality and individual differences, 32(5), 893-902.