efecto pigmalión
Efecto Pigmalión: cómo usarlo con tus atletas

En Psicología Social existe algo llamado el «Efecto Pigmalión» o «Efecto Rosenthal». Se descubrió a través de una serie de experimentos en los que Robert Rosenthal (1975) quiso comprobar qué efecto tenía la expectativa interpersonal – definida como «la expectativa no intencionada que experimentadores, profesores y otras figuras de autoridad generan en cuanto a experimentos, aulas y otras situaciones».

Primero, lo estudió en humanos y, después, con ratas. Halló que una expectativa positiva generaba resultados positivos (tanto en humanos como en ratas). Al ver que generar una expectativa de éxito en ratas, mejoraba su aprendizaje, quiso comprobar si ese efecto se extrapolaba a un entorno académico.

Aplicaron un test de inteligencia no-verbal a 18 clases de un colegio. De las 18 clases, se escogió un 20% al azar para formar el grupo experimental (esto incluía niños con inteligencias superiores a la media, en la media y por debajo de la media). Los experimentadores verbalizaron a los respectivos profesores que los niños del grupo experimental mostrarían importantes mejoras en su competencia intelectual en los próximos 8 meses de colegio.

8 meses más tarde, volvieron a pasar la prueba de inteligencia y los resultados no defraudaron: aquellos niños de los que el profesor esperaba mayores niveles de competencia intelectual lograron mejores puntuaciones.

Lo más curioso es que en ningún momento se explicó a los niños el verdadero motivo del experimento, todo había ocurrido por la expectativa generada por el profesor. De modo que esa tendencia a esperar ciertos resultados de nuestros alumnos puede marcar la diferencia en su capacidad de aprendizaje.

Lo he podido comprobar en mi andadura como deportista y como entrenadora, tanto con compañer@s de mi deporte como con atletas a mi cargo. En casos de inseguridad, el efecto pigmalión puede hacer maravillas y su mecanismo es bastante simple. Rosenthal y Harris (1997) encontraron que los profesores «enseñaban más y con más cariño a aquellos sobre los que mantenían expectativas favorables».

Usar el Efecto Pigmalión con tus alumnos

efecto pigmalion

Como coaches, debemos aspirar a conseguir que nuestros atletas alcancen su mejor versión. Para ello, muchos deben superar sus propios obstáculos (lo que supone un desafío muy singular para el coach). Lo bueno es que a veces esos obstáculos se resquebrajan ante sus ojos cuando la confianza actúa de por medio.

Ya sabemos que hay muchas formas de potenciar la confianza – como vimos en otro post – pero el efecto Rosenthal requiere su propio artículo. Si mi atleta piensa que yo espero una actuación positiva de su parte, esto surte un efecto diferencial para ambos. Yo me esforzaré más para enseñarle y guiarle hacia los resultados que espero de él y, por otro lado, él trabajará para continuar en el camino que yo le he marcado.

Si eres un coach que ha estado leyendo el blog sabes cómo establecer objetivos, cómo funciona la motivación, cómo gestionar la ansiedad competitiva,… Todo ello debe ayudarte a elegir el mejor discurso para generar expectativa en tu atleta. Si sabes que puede levantar más, díselo. Si sabes que puede hacer su primer muscle-up, díselo. 

Lo más importante (y un paso previo de obligado cumplimiento) es establecer una buena base con cada atleta. Llámale a cada uno por su nombre, preocúpate por su situación personal e intenta construir una relación sólida. De ahí la importancia de no admitir en clase a más de 10-12 personas. Esto dificulta nuestra labor de estrechar lazos con nuestros alumnos y asistirles en su progreso.

Como atleta, me he topado con coaches que sólo hablaban con aquellos con los que más confianza tenían. Corregían sus movimientos, les alentaban y conseguían sacar de ellos mejor rendimiento. Ese efecto debe intentarse conseguir con cada persona que entra en el box. El ingrediente esencial para que ocurra el efecto rosenthal es que sintamos cercanía con la persona; eso nos hará desearle un buen progreso en el CrossFit y en la vida.

Rosenthal, R. (1997). Interpersonal Expectancy Effects: A Forty Year Perspective.
liderazgo
El tipo de liderazgo ideal para un coach

Sin duda, un buen coach debe ser un compendio de virtudes en tanto que debe reunir aptitudes físicas y mentales de todo tipo. Pero si hubiese que escoger de entre todas ellas la más esencial, quizá me decantaría por el liderazgo. Es una de las cualidades psicológicas de más relevancia a la hora de gestionar grupos.

Respecto a su definición, existe cierto debate y quizá nunca obtengamos una respuesta que sea aceptada universalmente (nunca llueve a gusto de todos, ¿verdad?). A mí personalmente me gusta la definición de Shaw (1981) y, especialmente, dos características: el líder como “la persona más influyente y la generadora de un mayor número de comunicaciones”; y el líder como persona que “recibe el apoyo de los miembros del grupo y tiene la capacidad de influir en ellos de manera positiva”.

¿Qué tipos de liderazgo hay?

Para su categorización, tampoco existe consenso. Pero para los efectos de este artículo, voy a basarme en dos tipos de liderazgo: el líder emocional y el líder de tarea. El líder emocional sería aquel que es capaz de identificar las emociones individuales y colectivas que surgen dentro de un grupo. Además, se propone crear lazos afectivos entre los miembros del grupo pues, como sabemos por el anterior post, potencian el rendimiento.

Un ejemplo práctico sería la charla que da el líder tras un fracaso en un evento. Lo normal es que los integrantes del equipo estén cabizbajos y el pensamiento negativo esté en plena efervescencia. Es entonces cuando el líder emocional, identifica estas emociones, las acepta pero invita al grupo a redirigir su atención hacia el próximo evento o a los aspectos positivos que pueden sacarse del fracaso.

El líder de tarea, por otro lado, es la imagen típica de liderazgo que a todos nos viene a la cabeza. El que tiene capacidad de mando y organiza las acciones individuales y globales para lograr los objetivos. Siempre sabe lo que hay que hacer y sabe transmitir información a sus seguidores. Su nivel de compromiso es óptimo

¿Por qué debe ser un coach un líder?

Y uno de los buenos además. Lo ideal sería reunir las cualidades del líder emocional y el líder de tarea. En cierto sentido, un coach es el capitán de cada uno de sus atletas. Y cada clase es un pequeño equipo que viene con el objetivo de sacar la mejor versión de sí mismos. Nuestro objetivo como coach – y como líder – es que todos alcancen sus metas.

Debemos ser líderes de tarea en el sentido de guiar a nuestros atletas para una práctica segura y eficiente del CrossFit. Debemos ser diestros a la hora de identificar fallos en la ejecución de los movimientos para proceder a su corrección. Además, los atletas deben conocer el por qué de cada entrenamiento, el estímulo que deben perseguir para el WOD. Esto, además de incrementar su motivación, facilitará la consecución de nuestro objetivo global.

Alba Estrada (head coach en Training Norte Redondela) guiando en una progresión de bar-muscle up a una atleta. Fuente: instagram

Pero también debemos ser líderes emocionales porque antes de ser crossfiteros, trabajamos con personas. Personas que vienen con su bagaje emocional de casa o que tienen sus propias exigencias. Pueden surgir emociones de miedo, pensamientos de inseguridad o sentimientos de indefensión. Debemos ser capaces de identificar estos comportamientos y transmitirles aceptación a nuestros atletas.

Ojo con confundir la “gestión emocional” con la eliminación de emociones. No queremos que dejen de sentir miedo o tristeza en momentos puntuales. Queremos que estas emociones no les paralicen y les sirvan como oportunidades para aprender a afrontarlas. Un atleta que tiene miedo de hacer el pino no debe sentirse inadecuado por esa emoción. Queremos que acepte ese miedo y pueda avanzar siguiendo las progresiones que pautemos.

Aspiremos a ser superlíderes

Sims y Lorenzi (1992) hablan de un tipo de liderazgo que no sólo busca potenciar al máximo las capacidades de sus seguidores, sino que pretende convertirles en autolíderes aportando las herramientas necesarias para que crezcan. Lo llaman “superliderazgo”.

Este tipo de líder es al que debemos aspirar como coaches. Nuestro gran objetivo es el de maximizar la condición física de nuestros atletas para protegerles del desarrollo de enfermedades. Si no queremos que pierdan autonomía con el paso de los años, debemos afianzar estos valores para que perduren.









- Shaw, M. E. (1981). Dinámica de Grupos. Psicología de la conducta de los pequeños
grupos. Barcelona: Herder.
- Sims, H. P. y Lorenzi, P. (1992). The New Leaderships Paradigm. Newbury, CA: Sage