dialogo interno
Cómo usar el diálogo interno a tu favor

¿Cuántos pensamientos producimos al día? ¿100? ¿300,000? 70,000 podría considerarse el número mágico pero no ha podido comprobarse científicamente debido a las dificultades experimentales que representa; ¿cómo medir algo tan inaccesible como es nuestro diálogo interno?

El diálogo interno genera millones de preguntas sin responder pero lo que sí sabemos es que pensamos mucho.

A pesar de tener esto tan claro, seguimos sin entender realmente el impacto que tiene el contenido de nuestro pensamiento en nuestro comportamiento. Cambia nuestro curso de acción y, necesariamente, las consecuencias que siguen. Un ejemplo: dos individuos distintos están friendo huevos para el desayuno. Ambos están rompiendo uno de los huevos y, de repente, la yema se rompe.

  • Individuo A: *monólogo interno* mierda. Menuda forma de empezar el día. Así me va.
  • Individuo B: *monólogo interno* bueno… pues unos huevos revueltos.

Ambos han experimentado la misma situación pero sus reacciones difieren, resultando en estados emocionales distintos. Todos tenemos días A y días B pero la relevancia de todo esto, es que la interpretación que damos a una situación afecta a la gestión emocional.

Pero demos un paso atrás. ¿De dónde venían estos pensamientos? ¿Son todos automáticos o puedo controlarlos? Pues un poco de todo – como suele pasar – pero, en última instancia, podemos ejercer cierto control sobre lo que pensamos. Una vez que nos damos cuenta de que no somos esclavos de nuestro pensamiento automático, nos convertimos en agentes activos de nuestro procesamiento emocional.

¿Qué impacto tiene el diálogo interno en mi rendimiento?

La literatura sugiere que el diálogo interno puede ser de utilidad en el campo del deporte. Los primeros estudios – llevados a cabo al final de la década de los 80 – investigaron los efectos de la autoinstrucción en el rendimiento. Los resultados mostraron que las autoinstrucciones positivas podían mejorar el rendimiento en diferentes deportes (esquí, tenis o dardos). Un estudio en particular demostró que el uso de claves verbales específicas en corredores de élite en la prueba de los 100 metros permitió una reducción significativa en los tiempos en comparación con medidas iniciales.

Pero no sólo ha probado ser útil en relación al rendimiento; también lo es para el proceso de aprendizaje. Las autoinstrucciones facilitan el aprendizaje de movimientos nuevos y la mejora de habilidades ya adquiridas.

Hipótesis de concordancia

Existen dos tipos de autoinstrucción en función de su contenido: instruccional o motivacional. El primero, se refiere a claves verbales que nos guían a través de un proceso; el segundo, se refiere a frases pensadas para energizar y dirigir nuestra actividad.

¿Cuál es el mejor? Los estudios sugieren que las preferencias personales son las que determinarán la eficacia de la autoinstrucción. Podemos decirlo en alto o en privado, usar instrucciones o citas motivacionales; elegir nuestras propias frases o que nos las asignen.

Pero también cambia según la actividad que estemos realizando. Por ejemplo, el lanzamiento de dardos y las carreras de larga distancia son tareas muy distintas. Para tareas que sean relativas a destrezas de pura fuerza y energía, quizá convengan autoafirmaciones motivacionales. Para tareas que exijan destreza de motricidad fina – como la precisión o la coordinación mano-ojo – podría ser más efectivo darse autoinstrucciones. Esto es lo que llamaron “hipótesis de concordancia”.

Esta hipótesis ha sido estudiada en corredores de larga distancia. Los resultados relevaron que el autodiálogo motivacional ayudaba a rebajar la puntuación en la escala de esfuerzo percibido y tenían el mismo efecto que la administración de psicoestimulantes, el entrenamiento aeróbico o un plan nutricional. Lo que viene a decir esto es que entrenar nuestro procesamiento cognitivo es tan efectivo como entrenar el aspecto físico.

¿Qué pasa con el autodiálogo negativo?

Carver y Scheier (1988) investigaron los efectos del autodiálogo negativo en rendimiento deportivo y exploraron su relación con la ansiedad precompetitiva y la competición. Propusieron un modelo que sugería que el atleta establecía sus metas y monitorizaba su rendimiento en relación a las mismas. Si los resultados de la competición no se alineaban con sus expectativas, la discrepancia entre las metas y el comportamiento del atleta facilitaban la aparición del autodiálogo negativo. En suma, el progreso que sigue la competición influye sobre el contenido del pensamiento del atleta.

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Debemos pensar en ello como un ciclo. La ansiedad cognitiva precompetitiva – expresado en forma de preocupación y duda – puede predecir un rendimiento insatisfactorio; este rendimiento dará lugar a una discrepancia en las metas establecidas y este fracaso percibido provocará pensamientos negativos. Este ciclo deja un rastro para futuras situaciones porque establece un patrón en nuestro procesamiento cognitivo. Sin saberlo, el atleta perpetúa un proceso que afectará al progreso y el rendimiento en el futuro.

“La atención es el embudo de las emociones”. – Dra. Marta Redondo

En la universidad, una profesora muy especial dijo una vez que “la atención es el embudo de las emociones”. Y razón no le faltaba. Si nos concentramos en el autodiálogo negativo y nuestras emociones de duda y preocupación, nuestro rendimiento no irá a mejor. Así que es hora de que cojas tú las riendas.

  • Si el entreno incluye una sentadilla frontal pesada y tiendes a perder tensión bajo cargas elevadas, quizá sientas miedo – cambia ese miedo por autoinstrucciones (“codos altos”, “pecho arriba”) o autodiálogo motivacional (“sé fuerte”)
  • Si has estado practicando las dominadas con kipping durante muchísimo tiempo pero sigues sin encontrar el truco, esta experiencia puede llevarte a dudar de ti mismocambia la duda por instrucciones (“aprieta los glúteos”, “tira de la barra hacia abajo”) o por motivación (“lo tienes”, “sé paciente)
  • Si la clase de hoy incluye una repetición máxima en arrancada, has llegado a tu peso máximo pero no consigues subirlo, no dejes que el diálogo interno negativo se interponga en tu camino. Encuentra el problema y corrígelo. ¿No terminas el primer tirón? ¿No recibes la barra en el plano frontal? Quizá lo único que necesitas es confianza. Sea lo que sea, háblate a lo largo y ancho del proceso y dale a tus recursos atencionales algo productivo con lo que trabajar.

Está muy bien medir la comida, ir a hacer sprints de 800 m en la pista y practicar tus muscle-ups a diario; pero deberías dedicar algo de tiempo a entrenar tu autodiálogo. Elige las claves verbales correctas. Si lo haces, estarás más cerca de gestionar tus emociones de una forma más eficiente e, indirectamente, mejorarás tu rendimiento.

 

 

 

 

 

- Carver, C. S., & Scheier, M. F. (1988). A control-process perspective on anxiety. Anxiety Research, 1, M-21
- Blanchfield, A. W., Hardy, J., De Morree, H. M., Staiano, W., & Marcora, S. M. (2014). Talking yourself out of exhaustion: the effects of self-talk on endurance performance. Med Sci Sports Exerc, 46(5), 998-1007.⁣
- Hardy, J. and Oliver, E.J. (2014) "Self-talk, positive thinking, and thought stopping", in Encyclopedia of sport and exercise psychology. Thousand Oaks, California: Sage.
- Hatzigeorgiadis, A., & Biddle, S. J. (2008). Negative self-talk during sport performance: relationships with pre-competition anxiety and goal-performance discrepancies. Journal of Sport Behavior, 31(3). 
- Hatzigeorgiadis, A., Zourbanos, N., Galanis, E., & Theodorakis, Y. (2011). Self-talk and sports performance: A meta-analysis. Perspectives on Psychological Science, 6(4), 348-356.
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Pre-competitive anxiety: friend or foe?

I’m guessing no one who’s ever found themselves in a competitive environment is a stranger to precompetitive anxiety. It’s a tale as old as time and it can hit you when you least expect it. Even when you’re just training at the gym. The coach starts that countdown and as the clock starts ticking, you feel your heart beating faster and faster as it approaches that final second and then…you’re off. For some, those first reps make anxiety settle into levels that allow for a significant improvement in performance. For others, however, anxiety stays too high as to where performance is hindered. How to find balance between the two ends of the continuum?

Aristotle said that virtue is the middle state between excess and deficiency and, unsurprisingly, this is applicable to precompetitive anxiety. This notion was scientifically demonstrated in 1908 by Yerkes and Dodson, two psychologists who found that there was a level of arousal – the physiological and psychological state of being “awoken” – that allowed optimal performance (figure 1). The ascending portion of the curve proves the positive effects of arousal, correlating with higher performance. Once the optimal point is surpassed, the negative effects of stress kick in and performance begins to decrease.

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The Yerkes-Dodson Law    

These negative effects take their toll on a cognitive, physiological and behavioral level. In the cognitive sense, you begin to overanalyze, lose ability to focus, are unable to make decisions and your mind is suddenly flooded with automatic negative thoughts. This process nurtures a sense of panic and fear that translates into an increase in heart rate and muscular tension. All this makes it complicated to follow through with the initial game plan so execution errors and ultimately a bad performance are the consequence.

What happens on the other side? Contrary to popular belief, those who are known to stay cold as ice prior to competing are not necessarily doing themselves a favor. Low levels of arousal are associated with lower body temperature, low motivation and decreased attention, amongst other aspects. Physically and mentally these symptoms are detrimental. A lower body temperature will difficult blood flow and muscle contraction. Decreased motivation and attentional levels will make it harder to produce high energy levels, affecting our concentration and focus. Try walking on your hands or snatching near your 1RM on pilot mode. Ain’t gonna happen. So, again, we’re messing up our performance without having even started.

“When I’m scared that I’m not capable in a workout (…) I really focus” – Mat Fraser

 Mat Fraser, in my opinion, has seemed to crack the code on this one. He’s been on both ends of the continuum and it would appear he’s found his optimal arousal level given he’s been the unquestionable champion in the sport for the past 3 years. In relation to the 2016 CrossFit regionals he said in an interview: “When I’m scared that I’m not capable in a workout, you know, I really focus.” The reason he says this is because in Regional Nate he was terrified he would place extremely low in the event. He was unable to complete the workout inside the 20-minute time cap in training so he was sure it could be dangerous. Before starting that event, he was focused on one thing and one thing only: pushing through no matter what. He paid no mind to the excruciating pain in his upper body or his lungs and he ended up winning the event in the region, finishing the workout nearly a minute and a half within the time cap. However, other workouts where he felt more confident, he underperformed because he went into the event with a slight decrease in arousal levels, (i.e., not as scared and anxious). As soon as something started hurting a little, he would take a longer break, being passed by other athletes and before he could even react it was already too late to make a comeback. These experiences taught him a valuable lesson: fear fired up his performance.

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As we’ve seen in science and CrossFit, anxiety plays a huge role in performance. But not all of us are exposed to high-stake competition the same way Mat Fraser is, so how can we know we’ve hit the sweet spot? Through practice and practice alone. We don’t need to sign up for every other competition for this goal; competition encompasses many areas. Trying to beat your training buddy or racing against a specific time cap can be enough. You can compete against a mental projection of Tia-Clair Toomey and imagine her picking up the bar every time you drop it; or include cash-outs with the worst combination of movements ever as punishment for not reaching the preset goal for a workout. Get creative! You need to experience difficulty just enough for you to fear not being able to make shit happen. This way, the fear component is present and it becomes relevant enough to elicit states of anxiety.

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Once the workout is completed, record your performance and take note of any changes you noticed in your mental and physical state. If you’ve reached the goal for the workout, analyze the differences to increased your psychological awareness. Did you use positive or negative thinking? Maybe a mix of both. Did you change your strategy mid-workout or did you stick to the game plan? When your body started to give up on you, how did you manage to keep on moving?  You need to figure out the behavioral pattern that relates best to higher performance. Naturally, this is subject to individual differences and optimal arousal level will change from one athlete to another. But if you learn how to panic in training, you’ll know just how much fear you need to perform to the best of your ability.

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Ansiedad precompetitiva: ¿virtud o defecto?

Imagino que nadie que se haya encontrado en un entorno competitivo es ajeno al concepto de la ansiedad deportiva. Ni siquiera hace falta que sea a gran escala, esta ansiedad puede aparecer incluso en un entrenamiento en el box. El entrenador pone la cuenta atrás y, a medida que avanzan los segundos, sientes como tu corazón late más y más deprisa y, de repente, …despegas.

Para algunos, estas primeras repeticiones hacen que la ansiedad se mantenga en niveles que permiten una mejora considerable en el rendimiento. Para otros, sin embargo, la ansiedad permanece demasiado elevada de modo que el rendimiento se ve perjudicado. ¿Cómo equilibrarse entre ambos extremos del continuo?

Aristóteles decía que la virtud es el término medio entre el exceso y el defecto y no es ninguna sorpresa que esto sea aplicable también a la ansiedad precompetitiva. Esta idea fue demostrada científicamente en 1908 por los psicólogos Yerkes y Dodson. Encontraron un nivel de arousal – nivel de activación cerebral – que permitía un rendimiento óptimo (figura 1). La porción ascendente de la curva se relacionaba con los efectivos positivos del arousal, conllevan una mejora en el rendimiento. Una vez traspasado el punto óptimo, los efectos negativos del estrés aparecían y el rendimiento disminuía.

ansiedad precompetitiva
Ley de Yerkes-Dodson

Estos efectos negativos ejercían su influencia a un nivel cognitivo, fisiológico y conductual. A nivel cognitivo, se aprecia una dificultad en la toma de decisiones y una proliferación de pensamientos automáticos negativos. Este proceso es el caldo de cultivo para una sensación de pánico y miedo que se traduce en un incremento en la tasa cardíaca y tensión muscular. Todo ello dificulta la ejecución técnica de los movimientos y, en definitiva, afecta al rendimiento.

¿Qué ocurre en el otro extremo? Pese a que parezca una opinión impopular, aquellos que son conocidos por tener sangre fría antes de competir no se están haciendo un gran favor y es que niveles bajos de arousal se asocian a una menor temperatura corporal, menos motivación y un descenso en los niveles atencionales.

Física y mentalmente los síntomas son perniciosos para la actividad deportiva. Una menor temperatura corporal dificultará el flujo sanguíneo y la contracción muscular. Un descenso en niveles motivacionales y atencionales retrasará el incremento en los niveles de energía, afectando a nuestra concentración y despliegue físico. De modo que estamos volviendo a perjudicar a nuestro rendimiento.

“Cuando me da miedo ser incapaz de completar un entreno, me concentro de verdad.” – Mat Fraser

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Mat Fraser es conocido por usar la ansiedad en su favor. Fuente: Rx Magazine.

En mi opinión, Mat Fraser parece haber descubierto la clave del éxito porque, tras haberse encontrado en ambos extremos del continuo, ha determinado cuál es el punto óptimo y prueba de ello es que ha sido el campeón indiscutible durante los últimos 3 años. En relación a los regionales de CrossFit de 2016 (concretamente en el evento Regional Nate) estaba asustado porque pensó que sería de los últimos clasificados. Cuando practicó el evento, no logró completarlo dentro de los 20 minutos reglamentarios por lo que sabía que sería peligroso.

Antes de empezar el evento en los regionales, se concentró en una sola cosa: seguir tirando pasara lo que pasara. No prestó atención al insoportable dolor en el tren superior o en sus pulmones y ganó el evento en su región, terminando un minuto y medio antes de los 20 minutos. No obstante, en otros eventos en los que se sentía más confiado, no rindió al nivel esperado porque entró a los eventos con un ligero descenso en el nivel de arousal, ergo, menos asustado y ansioso. Según le doliera un poco algo, se tomaba un descanso más largo y antes de que pudiera darse cuenta, estaba siendo pasado por otros atletas y ya era demasiado tarde para recuperar terreno. Estas experiencias le enseñaron una valiosa lección: el miedo potenciaba su rendimiento.

¿Cómo usar la ansiedad en tu beneficio?

Como hemos visto en la ciencia y en el CrossFit, la ansiedad tiene un papel importante en el rendimiento y no puede estar demasiado cerca de ninguno de los extremos. Pero, nosotros que no estamos expuestos a competiciones de alto rendimiento de la misma forma que Mat Fraser, ¿cómo vamos a saber si hemos encontrado ese término medio? En primer lugar, tenemos que entender que no se trata sólo de competir contra otros; la competición abarca numerosas áreas. Puedes medirte en un contrarreloj, buscando un tiempo específico. Puedes competir contra una proyección mental de Tia-Clair Toomey e imaginarla levantando la barra cada vez que tú la sueltas. Puedes incluir trabajo accesorio indeseable como castigo por no conseguir el objetivo específico de un entreno, … ¡practica de todas las maneras posibles! No necesita convertirse en misión imposible, sólo lo suficientemente difícil como para que dudes si puedes conseguirlo. Así, el componente emocional del miedo está presente y es tan relevante que elicita estados de ansiedad.

Una vez completado el entrenamiento, registra tu rendimiento y toma nota de cualquier cambio que hayas notado en tu estado mental y físico. Si has conseguido el objetivo del entrenamiento, analiza esas diferencias para incrementar esa conciencia psicológica. ¿Usaste pensamiento positivo o negativo? Quizá una mezcla de ambas. ¿Cambiaste tu estrategia en mitad del entreno o te ceñiste a un plan específico prestablecido? Cuando tu cuerpo empezó a notar el cansancio, ¿cómo conseguiste seguir adelante? Se trata de averiguar cuál es el patrón comportamental que correlaciona con un rendimiento superior. Naturalmente, esto está sujeto a diferencias individuales y el nivel de arousal óptimo varía de unos atletas a otros, pero si aprendes a trabajar el pánico entrenando, sabrás qué cantidad de miedo es el que necesitas para rendir al máximo.